martes, 24 de marzo de 2009

El Universalismo ético: Primera Parte. El Credo. Capítulo 1: El Universo

Desde el vacío se llenó la nada. La llenó el Universo, en una gran explosión que esparció por todas partes las estrellas y los planetas. Después llevó la vida a muchos de ellos. La vida evolucionó, más o menos deprisa, en los planetas. El Universo dotó a los seres vivos de los mecanismos necesarios para su evolución. Puso a su disposición los elementos necesarios para que así fuese.
El Universo está compuesto por todo. Todo lo que conocemos forma el Universo y somos parte de Él. Al ser parte suya, Él está en todos nosotros. Somos su creación, somos uno con Él y Él es uno con todo.
No podemos ignorarlo, ni ignorar su creación, o sea, todo lo que nos rodea. Él nos proporciona todo lo que necesitamos, provee a los seres vivos de todo lo necesario para su evolución y progreso, pero también para su propia destrucción. Por eso es importante que sepamos distinguir lo que nos puede llevar a la evolución de lo que nos puede llevar a la destrucción. El ser humano no es un individuo. Es una colectividad. Como especie que habita en el Universo, estamos provistos de todos los mecanismos necesarios para preservar nuestra especie y evolucionar y progresar. Al mismo tiempo disponemos de todos los medios para que ello sea posible, pero corremos el peligro de utilizar estos mismos mecanismos y medios en contra nuestra y provocar nuestra propia destrucción.
No es este el objetivo que para nosotros quiere el Universo. El objetivo es alcanzar el máximo nivel de evolución y progreso. Debemos saber escoger en todo momento aquello que más favorece a nuestra especie para que eso sea así. Aunque no hay duda de que queda aun mucho camino por recorrer, el ser humano ha progresado y evolucionado mucho, pero ¿lo hemos hecho de la manera más adecuada?
Analiza tu interior, relájate profundamente y concéntrate. ¿Recibes buenas sensaciones? ¿Crees que la evolución del ser humano ha ido por el mejor camino posible? En tu interior está la esencia del Universo. En tu interior está la respuesta a estas preguntas. ¿Consideras que es normal que el ser humano se destruya a si mismo en cruentas guerras, muertes y asesinatos? ¿Consideras que es normal que el ser humano destruya indiscriminadamente su entorno para el lucro personal de unos pocos? Si tus respuestas a estas dos últimas preguntas son positivas, por favor, no dejes de leer este libro, tal vez podamos llegar a entendernos y cuando finalices su lectura cambies de parecer. Si son negativas, también léelo, pues verás que es posible cambiar esta situación.

El Universalismo ético

EL UNIVERSALISMO ÉTICO
El camino de la luz, por la senda de la paz y del amor
© Joclar/2008
Prólogo

Hace 50 años que nací, justo en el 2008 los hace, cuando estoy escribiendo esto, y durante estos años he ido notando que en mi interior recibo claves y señales. Cuando leo libros, viajo o, simplemente, entro en determinados sitios en Internet, recibo, de igual forma, más señales, también andando por la calle y observando, hablando con la gente, en fin, que si uno está receptivo no deja de recibir estas claves y señales. Por ello, siento la necesidad de transmitir mis ideas y pensamientos que, a lo largo de este medio siglo, se han ido forjando en mi interior, necesito exteriorizarlas.
Firmo con seudónimo porque lo de menos es mi nombre, lo importante son las ideas, que salgan a la luz y que las conozcan otras personas que, tal vez, piensen o sientan lo mismo que yo.
Las diferentes civilizaciones siempre hablan de lo mismo, que fueron sus “dioses” quienes les enseñaron las artes de la agricultura, la construcción, y muchas de las cosas imprescindibles para constituirse en asentamientos estables. Aunque estén separadas por un mar, entonces inaccesible, son muchas las similitudes entre las distintas creencias, para ser considerado como simple casualidad. Otros autores han destacado y advertido estas similitudes. Algunos afirman, sin lugar a dudas, que esos “dioses” eran, en realidad extraterrestres y, en parte, estoy de acuerdo, pero si es así ¿porqué, de repente, no hemos vuelto a tener noticias de ellos? Cabría resaltar que, entre otras muchas existen dos posibilidades, muy claras. Una, que esa “civilización” se haya extinguido, cosa poco probable, y la otra que haya algo de nosotros que no les gusta y no quieran seguir estando en contacto con nosotros ni ayudarnos. ¿Qué podría ser ese algo? Yo lo veo bastante claro, nuestra condición violenta y egoísta. Ellos nos dejaron su ejemplo, con sus enseñanzas altruistas, enseñándonos, a cambio de nada, a mejorar y evolucionar.
¿Qué les dimos nosotros a cambio? Utilizar sus enseñanzas para desarrollar habilidades militares y artes de guerra. Las armas que nos enseñaron a construir para cazar y defendernos de los animales, las empezamos a utilizar contra nosotros mismos. Y a través de los tiempos, no importa que haya habido hombres ilustres que nos hablen de que otro mundo es posible, un mundo de paz y amor, nuestra carrera violenta no cesa.
¿Alguien se extraña entonces que esos seres nos hayan abandonado y no quieran saber nada más de nosotros?
Pero lo último que debe perderse es la esperanza. Un mundo lleno de paz y amor es posible, aunque hay gente, sobre todo los sistemas actuales de poder, que intenta convencernos de que no lo es, entre otras cosas, porque a ellos ya les está bien esta situación con sus posiciones que consideran privilegiadas y temen perderlas.
Pero vamos a analizar ¿Qué es lo que frena o impide esta posibilidad?
En primer lugar la ambición y el egoísmo. Son los dos motores esenciales que mueven a la humanidad. Uno se pregunta ¿sin ambición habría progreso y evolución?, posiblemente no, pero si la ambición es imprescindible para el progreso y la evolución, ¿debe ir ésta acompañada del egoísmo? La respuesta a esta pregunta es la clave. No es por separado que son dañinas, solo cuando se unen en una misma persona. La ambición se podría definir como una cualidad humana favorable al progreso y a la evolución, pero unida al egoísmo personal se convierte en un arma letal. La ambición debería ser una cualidad asociada a la colectividad humana y, en ningún caso convertirla en algo personal. Ser ambiciosos para que la humanidad entera evolucione debería ser suficiente mérito para que una persona sea admirada y respetada, pero nos encontramos ante una sociedad que, empezando por la escuela más primaria, se dedica a educarnos para ser ambiciosos solo para nuestros fines personales. Lo único que nos da valor a los ojos de la sociedad es lo que conseguimos llegar a ser de poderosos, ricos, o famosos como personas individuales. No nos enseñan a valorar mucho mejor a aquellas personas que entregan toda su vida a la colectividad, prescindiendo de su propio poder, riqueza o fama y éste es el principal pecado humano. Solamente cuando nos enseñen desde pequeños a respetar y admirar solo a aquellos que, de forma altruista, se entregan a la colectividad y a la vez nos enseñen a despreciar a los que todos sus objetivos sean egoístas, conseguiremos llegar a una evolución realmente rápida, eficaz y conseguiremos que el mundo sea un lugar de paz y amor.
En este libro, mi intención es sentar unas bases, que evidentemente deberán desarrollarse y evolucionar, pero que sirvan de inicio a una auténtica revolución: La Revolución Universalista Ética.
Empezando por un credo colectivo, que unifique el pensamiento humano, sobre su origen y evolución, sin despreciar a las religiones, que en un origen, todas han nacido por dos necesidades: La de dar respuesta a las preguntas esenciales de donde venimos y a donde vamos y la de sentar pautas de comportamiento a las distintas sociedades. Las religiones más poderosas y extendidas en la actualidad han llegado a serlo porqué han transcendido su fin y se han convertido en un medio. En un medio de conquista, de poder, de imposición de voluntad, de dominio, en definitiva, han servido al egoísmo en lugar de servir a la comunidad. Pero si las religiones hubiesen actuado siempre con objetivo de comunidad ninguna de ellas habría llegado a ser tan poderosa pero, en cambio, a lo mejor, si una de ellas lo hubiese hecho se habría convertido en la más extendida, si no en la única.
Una vez establecido el credo esencial, se hace necesario recapitular sobre las formas de enseñanza que recibimos desde que nacemos. Todo cambio es posible, pero hay que realizar un análisis exhaustivo de que es lo que hay que cambiar y, en nuestro caso, lo más importante es como nos educan y en que forma nuestro subconsciente queda marcado por esta educación. Solo estableciendo unas pautas de educación correctas desde que nacemos, podremos hacer posible este cambio. Por ello se hace necesario modificar totalmente el sistema de enseñanza, tanto en la escuela, como en la familia, como en el entorno. En la escuela se debe resaltar la educación social, por encima de la cultura general. Conseguir que la infancia se convierta en el vivero de la futura sociedad es tarea de todos, pero muy especialmente de la escuela, que es donde se pasa un mayor porcentaje de horas. La educación escolar no se debe basar en sacar buena nota por los conocimientos acumulados sobre unas determinadas materias, sino en primar unas pautas de comportamiento social. La educación familiar, que es el segundo lugar donde la infancia pasa un mayor número de horas, igualmente debería ser una educación basada en el ejemplo y el modelo a seguir. Los padres son los espejos donde la mayoría de las veces se reflejan los hijos, incluso de forma involuntaria. Muchos padres detestan de sus hijos determinados comportamientos que, si se analizasen bien, en el fondo, se darían cuenta de que precisamente eso que detestan es porque ellos mismos son iguales. Lo mismo sucede, a veces, al revés, que lo que los hijos no soportan de sus padres resulta ser lo que ellos mismos terminarán haciendo a sus propios hijos. Por último, la educación que reciben del entorno, que les influye mucho, sobre todo a través de los medios de comunicación, de los comentarios, de las compañías con las que pasan su tiempo libre. Es necesario que todo esto se vaya modificando si queremos llegar a conseguir una sociedad de paz y amor.
Finalmente, lo más difícil, es que empecemos a cambiar los adultos, pero también eso es posible. Nuestro cerebro es como un procesador. Recibe información, la procesa y, en base a la información recibida actúa. Visto así de fácil solo habría que seleccionar la información que recibe para que solo procese la positiva. Nuestro cerebro recibe información a través de los sentidos. A través de la vista, lo que lee y lo que ve. A través del oído, aquello que oye. A través de la nariz, lo que huele. A través de las manos y la piel, lo que toca. A través del paladar, lo que entra por la boca. Incluso, a veces, se habla del sexto sentido, que son percepciones interiores que no se detectan a través de los otros cinco sentidos. Pues bien, si fuésemos capaces de poder escoger siempre y en todo lugar lo que percibimos con cada uno de los sentidos, podríamos decidirnos a recibir solamente información positiva y con ello nuestro cerebro solamente procesaría cosas positivas y nos llevaría a actuar como seres siempre felices y predispuestos a ser generosos y altruistas. El problema es que no podemos siempre seleccionar la información que recibimos y, por desgracia, la mayor parte de la información, que se recibe a través de la vista y el oído, suele ser más negativa que positiva. Entonces ¿Cómo podemos modificar esto? Pues simplemente, analizando cada información que se recibe, de forma positiva, y desechando aquella información que nos afecte de forma negativa. Eso, evidentemente, no se aprende ni en un día ni en dos, ni siquiera en semanas o meses, pero si en años. Pensemos que llevamos toda nuestra vida sin saber analizar, aprovechar y/o desechar la información que recibimos para que sea positiva para nuestro cerebro. Rehacer esto requiere un esfuerzo considerable, pero no exento de una gratificante recompensa al final. Si lo aprendemos, seremos capaces de ser personas felices, generosas y altruistas y terminaremos siendo admirados por una sociedad que va a cambiar sus pautas de comportamiento y reconocimiento social.